MARGARITA GARCIA FAURE

Entre el tiempo, instalación. Dos proyectores girando en loop y película súper 8 pintada con tintas, 2011

Entre el tiempo
2011.





Entretanto

por Javier Villa, Galería Praxis, Buenos Aires, 2012

No puedo imaginar una pintura que, al moverse su concepción a través del espacio, produzca un desfasaje entre el reloj interno del hacedor y el tiempo representado por el objeto. Pero igual puedo lanzar la siguiente hipótesis: la pintura es un género en constante jet lag; tiene un huso horario propio que atrasa o adelanta su contemporaneidad. La hipótesis se complementa con un estado de la cuestión que podría leerse como un lugar común: en 1958 se fabrica el Boeing 707, Jasper Johns realiza su primera individual en Leo Castelli y Lucio Fontana pasa de los agujeros a los tajos con cuchillo sobre tela, y a partir de los sesenta se produce un cambio de paradigma en el cual el artista pasa de la invención (ser un productor de imágenes nuevas) a la edición (ser un consumidor atento de su tiempo). Es decir, la pintura se encuentra en un limbo temporal entre el pasado y el futuro, como también en un limbo conceptual entre la invención (cuyo vehículo será siempre la esfera individual) y la búsqueda de un fuera de cuadro (el artista alimentándose del contexto y dando cuenta de él). Parafraseando, entonces: si la pintura logra diseccionar una feta precisa de estos limbos, podría ser el ojo del huracán de un exacto -pero solo uno de los posibles- presente, que se despliega en forma centrífuga hacia el pasado y el futuro, lo individual y lo contextual, la invención y la edición. Tal vez, en ese momento ubicuo de percepción que nos regala, seamos nosotros los que nos encontramos en estado de jet lag.

Entretanto puede significar un instante de presente inmenso, o un estado flotante mínimo. Entretanto de Margarita Garcia Faure es un conjunto de imágenes latentes (están vivas, pero a su vez parecen en un estado de formación entre el vacío y la imagen definitiva y tienen la energía latente necesaria para que su sustancia cambie de estado) producidas entre dos viajes de exploración pictórica: a la Antártida y al desierto mexicano. Cada uno de estos viajes tuvo su serie y Entretanto es aquella híbrida y compleja selección que se encuentra entremedio de esos dos momentos de la artista, caracterizados, cada uno, por la absorción de gran cantidad de información nueva y un fuerte período de producción. Entretanto es un limbo entre el hielo y el desierto, y si a ese anclaje temporal se le da un espacio -Entre( )tanto- estamos ante un proceso cuantitativo e interno de edición y fusiones. Es así como, desde una narrativa íntima, esta serie de Margarita se para en el epicentro del huracán, donde todo lo que está alrededor no frena su movimiento. Desde el relato individual su pintura alcanza los problemas actuales de la pintura: la temporalidad, la invención y el reflejo del contexto.

Los tajos de Margarita no solo aluden al momento cuando Lucio Fontana abre un espacio concreto en la bidimensión del cuadro, sino que trabajan inicialmente sobre el pragmatismo: sus agujeros permitían que el viento de la Antártida atraviese la tela. La pintura no habla solo de pintura: es una máquina para capturar lo que está por fuera de cuadro, una red que registra el viento y las huellas de la intemperie. Margarita se pregunta de esta manera por el efecto del tiempo y del contexto en la obra. Y esos tajos, repetidos como un ritual autómata, pero manual y expresivo, se fusionan con un opuesto, tratando de encontrar el limbo. La profundidad y las sombras se combinan con fondos monocromos en plateado, dorado o cobre. La tela no solo abre hacia un más allá detrás y hacia el contexto en su etapa de producción, sino que refracta hacia adelante; son fuentes de luz que buscan invadir el espacio de exhibición. La pintura se activa en el momento de percepción, donde las gamas de colores iridiscentes cambian su propiedad ante el movimiento del espectador. A su vez, estos monocromos contienen relato: es la luz cegadora que rebota en la nieve, la luz del desierto y, por qué no, una alquimia del tiempo que viaja desde las minas de plata y los ídolos dorados mexicanos hasta la superficie del brillo contemporáneo o la luz espacial de una pintura proyectada en superocho. Son las luces y las sombras materializadas en una tela doble faz hecha objeto, es una pintura-performance reflejando la luz del desierto y envolviendo personas, una máquina pictórica que registra los fenómenos naturales de la Antártida. La pintura ya no es sólo pintura, es temporalidad, edición, invención, contexto, objeto y cuerpo.

Y entremedio de estas experiencias que destronan el reino de la bidimensión, entre lo que rebota hacia fuera y lo que propone un interior más allá, hay un corte geológico afectivo, una feta límbica en el momento preciso, nebular, de una figura en formación y movimiento. Esta serie, realizada entre viajes con diversos registros de la naturaleza, entre momentos metabólicos de información, edición y producción con varios elementos entretejidos en limbos, no busca la confusión sino la generosidad. La artista devuelve su sensación buscando simplemente que todos nosotros, mirando a la contemporaneidad en un estado de jet lag, podamos construir nuevas imágenes a partir del contexto propuesto.

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